Últimamente me están llegando a la consulta solicitudes de intervención (y de información) para pacientes que han sufrido un ictus recientemente y, o bien están todavía hospitalizados, o les han dado el alta y acaban de volver a su domicilio.
Este momento es siempre de incertidumbre, tanto para la persona afectada como para su familia. La dinámica dentro del núcleo de convivencia cambia completamente, e incluso a veces es necesario reestructurar los roles hasta el punto de tener que tomar decisiones, como la vuelta de algún familiar que no vivía ya en casa y que pasará a encargarse del cuidado (o la organización del mismo) de la persona afectada en este momento tan delicado y caótico.
Con la situación sanitaria que estamos viviendo desde hace meses, sabéis que en los centros hospitalarios están desbordados. Esto, unido a que los protocolos actuales obligan a que la persona ingresada sólo pueda recibir visitas a unas horas determinadas (no puede haber acompañantes permanentemente como antes), provoca que muchas veces os veáis todavía más perdidos si cabe en una situación ya de por sí nueva y desconocida para muchos de vosotros.
Los que ya me conocéis o habéis curioseado en las publicaciones de esta página, sabéis que considero herramientas poderosas e imprescindibles la información y el asesoramiento. La manera de afrontar este tipo de situaciones sobrevenidas sin desmoronarnos es, antes de nada, estar informados y poder resolver las dudas que tengamos sobre el proceso y su manejo. Desgraciadamente, esto no siempre es posible dentro de la vorágine del ambiente hospitalario, debido como decía anteriormente a la situación sanitaria actual.
Quiero aportar mi pequeño granito de arena para intentar arrojar un poquito de luz en este aspecto, y que las personas que estáis pasando por una de estas situaciones podáis afrontarla con un poco más de calma y serenidad.
Por eso he decidido publicar una serie posts, de los que éste es el primero, explicando cómo suele ser el proceso desde que detectamos que algo va mal, pasando por la estancia en el hospital y siguiendo con la vuelta a casa.
Lo primero y más importante: darnos cuenta cuanto antes

La detección precoz es fundamental para disminuir tanto la mortalidad como las secuelas que pueden derivar del episodio.
Existen seis señales de alarma características que nos indican que podemos estar ante un ictus:
- Pérdida de fuerza en la cara, brazo y/o pierna de un lado del cuerpo.
- Trastornos de la sensibilidad “acorchamiento u hormigueo” de la cara, brazo y/o pierna de un lado del cuerpo.
- Pérdida súbita de la visión parcial o total, en uno o ambos ojos.
- Alteración repentina del habla, dificultad para expresarse.
- Dolor de cabeza de inicio súbito, de intensidad fuera de lo habitual.
- Sensación de vértigo intenso, inestabilidad, desequilibrio o caídas bruscas inexplicadas, si se acompañan de cualquiera de los síntomas descritos con anterioridad.
Afortunadamente, existe algo que se llama “código ictus”, un procedimiento que se activa en cuanto se detecta alguna de estas señales de sospecha clínica. Por ello debemos llamar inmediatamente a emergencias, y así poner la situación en conocimiento de los servicios sanitarios, que trasladarán a la persona al hospital más próximo que esté dotado de una Unidad de Ictus.
La atención hospitalaria inmediata
Lo primero que debéis saber es que hay varios tipos de ictus, y su abordaje en el primer momento es diferente. Por eso no debéis sorprenderos si conocíais algún episodio anterior y el caso actual de vuestro familiar se está manejando de una forma distinta.
Los ictus pueden ser isquémicos (se tapona una arteria, dejando una parte del cerebro sin aporte sanguíneo) o hemorrágicos (se rompe una arteria, lo que genera una hemorragia). El tratamiento médico en ambos casos es diferente, y en el caso de ictus hemorrágicos es posible que haya que intervenir quirúrgicamente si la hemorragia es severa y provoca excesiva presión intracraneal. En ocasiones la solución pasa por extirpar una porción de uno de los huesos del cráneo (craniectomía descompresiva), que un tiempo después, se podría reimplantar (craneoplastia).
Una vez recibida la primera atención, ya con la medicación adecuada y resuelta la causa cerebrovascular (recordemos: isquemia o hemorragia), queda un daño cerebral. Las primeras horas el sistema está luchando contra esta agresión, y la persona suele presentar un estado de conciencia alterado, desde cierta letargia, hasta confusión, o en los casos más severos, un coma. El profesional médico que se esté encargando del caso (neurólogo o internista) os informará de los hallazgos en las pruebas de imagen (TAC), pero no es el momento de aventurar un pronóstico. Toca esperar…
¿Necesitas más información? ¿No puedes esperar a la segunda parte? ¿Quieres resolver alguna duda sobre tu caso? Puedes escribirme y me comprometo a contestarte lo antes posible.