Seguimos en el hospital. Una vez pasadas unas 48h las personas afectadas suelen presentar cierta recuperación espontánea de sus funciones.

Dependiendo de la zona del cerebro que se haya visto lesionada, podemos observar frecuentemente las siguientes alteraciones:
- Dificultad o imposibilidad para activar la musculatura de los miembros (izquierdos o derechos según el hemisferio cerebral lesionado) y el tronco. Esto se llama hemiparesia o hemiplejia. La falta de activación de la musculatura suele acompañarse también de una alteración de la sensibilidad.
- Incontinencia de esfínteres (urinaria, fecal o mixta), que puede ir resolviéndose o no dependiendo del área y grado de afectación.
- Dificultad o imposibilidad para comunicarse: frecuente en hemiparesias derechas (es decir, cuando la lesión está en el hemisferio izquierdo del cerebro, donde se encuentra el área del lenguaje). Esto se llama afasia, y puede ocurrir que la persona no comprenda lo que le estamos diciendo, no sea capaz de realizar un discurso coherente (muchas veces quieren expresar una idea y les sale algo completamente diferente y sin sentido), o pueden darse también ambas situaciones.
- Alteraciones de la deglución (disfagia): con frecuencia en este primer estadío encontramos dificultades para masticar y tragar los alimentos. Esto es debido a alteraciones del control motor de la musculatura orofacial, y también a alteraciones perceptivas, lo que lleva a una mala gestión del bolo alimenticio. En estos casos existe riesgo tanto de atragantamiento como de broncoaspiración: en el primer supuesto un trozo sólido o de consistencia pastosa puede llegar a bloquear la vía aérea, y en el segundo, el material en boca (bien sea semisólido, líquido o incluso la propia saliva, que contiene bacterias) penetra en la vía aérea y puede provocar una neumonía por aspiración. El personal sanitario puede indicar entonces la colocación de una sonda nasogástrica e intentar más adelante su retirada, o puede optar por la nutrición por vía intravenosa y esperar una evolución positiva de la disfagia.
En este tema me gustaría hacer un inciso, y es el siguiente: ¿Quién decide si la persona puede o no alimentarse por boca? ¿Y de quién es la responsabilidad de valorar el riesgo en la ingesta de las diferentes texturas? Pues bien, lo primero lo decide el médico que esté llevando el caso, y lo segundo le corresponde a un logopeda. Estos profesionales son los que pueden valorar el grado de eficacia de la deglución y la textura que puede ser ingerida con seguridad, así como la progresión de las diferentes texturas en los momentos posteriores. Éste es un proceso delicado y la responsabilidad NUNCA DEBE RECAER EN LOS FAMILIARES, como desgraciadamente vemos que ocurre con cierta frecuencia. Lo de “ve probando tú a ver si te come” no es aceptable porque entraña un gran riesgo, y si os pasa esto debéis pedir que os garanticen que la deglución está conservada y que os aclaren el protocolo que se está siguiendo en cuanto a este tema.
- Alteraciones perceptivas: una de las tareas importantes que lleva a cabo el cerebro es el procesamiento de estímulos. Somos bombardeados constantemente a través de nuestros sentidos, y el Sistema Nervioso Central se encarga de procesar toda esta información, integrarla y elaborar una respuesta adecuada. Después de la lesión cerebral es frecuente que se afecte esta capacidad, originando conductas que a priori nos pueden resultar difíciles de entender: identificar una parte del cuerpo como ajena o perteneciente a otra persona (en ocasiones incluso llevarse un susto al tocar la propia mano afectada, por ejemplo), rascado insistente sin que exista ningún problema en la piel, falta de concentración en una tarea, hiperreactividad a estímulos acústicos, visuales o táctiles, miedo a caerse incluso estando acostado… Esta última manifestación es frecuente y muy agobiante para la persona que la padece, y es fácil mimimizar este malestar simplemente proporcionándole referencias estables: colocando almohadas, mantas enrolladas y lo que tengamos a mano en contacto con su cuerpo. Algo tan sencillo puede en ocasiones sacar a la persona de un estado de agitación y lamento continuo, favoreciendo así el descanso y la recuperación.
Mientras la persona está en el hospital la prioridad es estabilizarla, administrarle la medicación que necesite para tratar el proceso que ha generado el ACV, identificar los factores de riesgo y actuar también sobre ellos (hipertensión arterial, dislipemia, alteraciones de la coagulación, cardiopatías…) y abordar las secuelas que hayan podido generarse a causa del episodio agudo.
Si se presenta una alteración grave de la deglución, a veces es necesario, como decíamos, colocar temporalmente una sonda nasogástrica para asegurar la alimentación. Si sobreviene algún tipo de infección bacteriana (del tracto urinario o respiratoria) se administrarán antibióticos para resolverla. Y si se genera epilepsia refractaria, que a veces ocurre en estos primeros momentos, se abordará también con medicación específica anticonvulsiva. Y, si hay suerte, comenzará el trabajo de Rehabilitación en planta durante el ingreso hospitalario. Si no es así, el paciente se irá a casa con una cita para consultas externas con el especialista en Medicina Física y Rehabilitación (médico rehabilitador) que se demorará desde unos días a unas cuantas semanas.
En definitiva, en el hospital salvan vidas. Lo que viene después es la lucha para que esa vida salvada pueda ser vivida dignamente, con la mayor calidad posible.
¿Necesitas más información? ¿No puedes esperar a la segunda parte? ¿Quieres resolver alguna duda sobre tu caso? Puedes escribirme y me comprometo a contestarte lo antes posible.