Hace unos días el Consejo General de Colegios de Fisioterapeutas de España aprobó el nuevo código deontológico, de obligado cumplimiento para tod@s l@s fisioterapeutas que ejercemos en estas latitudes.
Aunque todo el documento tiene gran relevancia, hoy me gustaría destacar un par de párrafos muy interesantes:
Artículo 5.1: “La información que el/la fisioterapeuta debe dar al/la paciente relacionada con su proceso forma parte del acto fisioterapéutico”
No sólo es un deber informar al/la paciente sobre su proceso, sino que esta información debe ser comprensible para él/ella para que pueda así tomar decisiones responsables sobre su propia salud. No puede ser un discurso lleno de tecnicismos impartido desde una tribuna imaginaria a modo de clase magistral.
Es más, la información ha de suponer una intervención educativa, sin la cual condenaríamos a la persona a ser un mero sujeto pasivo y, muchas veces, a perpetuar en el tiempo su dolencia/discapacidad/proceso patológico.
Artículo 14.2: “El/la profesional de la Fisioterapia debe tener especial cuidado en no crear falsas expectativas que después sea incapaz de satisfacer profesionalmente”
En definitiva, lo que se conoce vulgarmente como “vender humo”
Al hilo de lo que dice nuestro Código Deontológico en estos dos párrafos, me viene a la mente una situación que es bastante más frecuente de lo que podría parecer en la práctica clínica diaria: el/la paciente que busca la varita mágica.

“La varita mágica” o “la pastilla definitiva” es lo que buscan muchos pacientes de los profesionales de la salud. El “estoy mal y vengo a que me arreglen” es algo que tenemos grabado a fuego en el modelo de medicina occidental, y constituye un planteamiento que debemos esforzarnos en cambiar.
Debemos ofrecer al/la paciente información veraz, cercana y comprensible, obtenida desde el Razonamiento Clínico, y establecer una hoja de ruta hacia objetivos consensuados, alcanzables y medibles. En esa hoja de ruta, la persona debe ser necesariamente un agente activo y no un mero espectador para poder llegar a la consecución de los objetivos. Esto implica por nuestra parte saber motivarl@ y empoderarl@. Y muchas veces, cuando la expectativa es la varita mágica, esto requiere un gran trabajo a nivel educativo, hilando muy fino para no entrar en la cara B de la responsabilidad: el reproche y la culpa.
Empoderar Vs Culpabilizar
Si no somos capaces de conseguir que un/a paciente se lleve de nuestra intervención una explicación que pueda entender e integrar sobre lo que le está pasando y por qué, y unas pautas de actuación para intervenir favorablemente en la resolución o mejora de su proceso, esta intervención estará abocada al fracaso.
¿Qué opinas tú sobre este tema? ¿Has tenido alguna experiencia buscando la varita? Y si eres compañer@, ¿cómo afrontas este reto en tu práctica clínica? Os leo.